Terremoto político

Como es lógico suponer, mucho se escribirá en los próximos días sobre el resultado de las elecciones presidenciales y diputadiles del pasado domingo 4 de febrero.

Y, por supuesto, la serie de comentarios por venir al respecto presentará perspectivas nada neutrales u objetivas. La nuestra, obviamente, tiene tal carácter. Hoy les vamos a compartir nuestras primeras 10 conclusiones en tal sentido; comentarios sumamente generales, cortos en su alcance interpretativo pero con base en nuestra propia experiencia de trabajo y, aclarando que no somos dueños de la verdad en las complejas circunstancias actuales.

Primero: El bipartidismo histórico-tradicional, conocido por el pueblo como PLUSC, mismo que empezó a morir luego del Combo ICE, en el año 2000, no está muerto del todo, pese a que sus candidatos principales (el liberacionista y los dos “socialcristianos”, quedaron fuera de la segunda ronda electoral. Por el contrario, tendrá una robusta representación parlamentaria y con el conjunto de otras fuerzas conservadoras que lograron, también, representación legislativa, constituyen una gran oportunidad para que el capital (especialmente el de corte neoliberal), siga teniendo el corazón central de la hegemonía político-económica en la sociedad costarricense actual. El factor trabajo ha quedado con posibilidades frágiles de escucha legislativa real.

Segundo: Para el Partido Liberación Nacional (PLN), una de las dos alas de este PLUSC, el golpe es mucho mayor y tiene un hondo contenido psicológico-emocional. Se notó la ausencia del figuerismo, excluido de la campaña por los hermanos Arias Sánchez. El “gerente político” que estos designaron como candidato presidencial, no dio la talla. Quedó demostrado que la socialdemocracia verde ya no está en el PLN, consumido éste completamente por un “pragmatismo neoliberal” que le hizo renegar sus principios originarios.

Tercero: La Unidad llega al parlamento “olorosa” a cemento, en medio de una disputa por el legado del Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia, más que con fines electoreros que ideológico-filosóficos. La Doctrina Social de la Iglesia Católica, potenciada hoy con los extraordinarios mensajes sociopolíticos del papa Francisco, al igual que la socialdemocracia verde, anda por otros lados luego de que en esa colectividad política adoptaran el neoliberalismo como fuente principal de su práctica política cotidiana.

Cuarto: El Partido Acción Ciudadana (PAC) que viene reclamando para sí la herencia fundamental de la socialdemocracia originaria y, por tanto, soporte de las capas medias que se resisten a dejar de serlo; recibe una segunda oportunidad que casi todos habían descartado. Indudablemente, es la figura de su candidato el factor subjetivo de peso para ello; y, por su puesto, sigue siendo de muchísima influencia la presencia activa de quien es reconocido como su figura fundadora. A lo mejor, el “pacto del sombrero” podría representar para ésta que le den la cartera ministerial de Hacienda, si ganan en segunda ronda.

Quinto: Se empieza a gestar la especie de que el fundamentalismo evangelista y, prácticamente, monotemático, alcanzó su tope electoral máximo con su votación de primera ronda. El candidato ganador de primera ronda parece asumir el monopolio de la interlocución política de tal movimiento de ahora en adelante; y le será muy difícil descontaminarse de que no tiene un fuerte sesgo homofóbico y discriminatorio en su visión de mundo. Ante esta fuerte incursión de la religión en política, será interesante auscultar si hay distancia entre este movimiento y la Iglesia Católica; y, a la vez, determinar cuál será la actitud de la misma ante la próxima segunda ronda electoral.

Sexto: El finalista del segundo lugar arranca la campaña de segunda ronda a partir de una votación “piso”; es decir, que esta tenderá a subir hasta darle el triunfo el 1 de abril. Sin embargo, tampoco puede asegurarse nada puesto que otros factores político partidistas y social-patrióticos van a entrar en acción hacia su lado opuesto. La polarización está dada en cuanto a las cuestiones del matrimonio igualitario, las guías sexuales y la denominada “ideología de género”. Esto fue el eje central de la campaña electoral de primera ronda y, fue determinante para la composición del parlamento que se avecina. Por otra parte, habrá que ver si hay interés en articular una real y transparente agenda de trabajo con los movimientos sociales (incluidos los sindicales), dentro del concepto que ya está transmitiendo de “unidad nacional”.

Sétimo: Las izquierdas sufrieron un duro revés. Especialmente, la parte de esa izquierda progresista amiga de los sindicatos y de los movimientos sociales. En lo particular, el derrumbe parlamentario del Frente Amplio debe tener varias explicaciones e interpretaciones. Una de ellas, sin duda, fue su propia división legislativa pública y notoria para consternación de amplios sectores realmente progresistas de nuestro país. El cálculo electoral de su emblemática figura podría haber incidido, también, en la drástica reducción de su presencia en la próxima Asamblea Legislativa.

Octavo: La extrema derecha libertaria desaparece, afortunadamente, del escenario político-nacional. Ni siquiera logró la mínima representación parlamentaria. Sin embargo, en el nuevo parlamento tiene relevos ideológicos y, por tanto, su ideario de fundamentalismo de mercado podría cruzarse con fundamentalismo religioso y, entonces, el desafío confrontativo se potenciaría.

Noveno: En este nuevo escenario político nacional, tan preliminarmente caracterizado, la gran interrogante es si los sectores sindicales, sociales, populares y cívico-patrióticos logran rearticularse con base en las experiencias ya vividas de éxito en determinadas coyunturas de nuestro pasado reciente. Es mejor no adelantar nada sobre cómo pensaría uno debería ser una articulación de nuevo tipo de cara a la coyuntura ya en desarrollo. Es obvio, eso sí, que la imperiosa necesidad de tolerancia en la diversidad y el destierro del hegemonismo gremialista-personalista serán fundamentales.

Décimo: Seguimos creyendo en nuestro planteamiento de las dos democracias: la electoral y la de la calle. Esta parece que volverá a tomar auge en los tiempos por venir, como papel relevante tuvo en el gobierno que ya termina en temas tan neurálgicos y confrontativos como el del empleo público. Ahora, la apelación a la democracia de la calle podría ser en función de la supervivencia misma de la clase trabajadora amenazada por ese déficit fiscal del cual nunca ha tenido la más mínima responsabilidad.

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